Piensa en mi
Me quedé dormido y luego estaba sentado ahí. Era una noche un poco azul y caía una suave llovizna que hacía un ligero sonido el cual se revolvía con el ruido de los carros que con sus luces se acercaban y se iban alejando sin detenerse. Pensé que era una suerte no sentir por un momento la preocupación de una tesis que tenía que terminar. Ni siquiera pensar si había quien estuviera esperando que llegara. Me sentía extrañamente bien y fue cuando me desconocí. No tenía frío ni hambre, no tenía ganas de dormir, ni siquiera se me antojaba tomar otra cerveza. Por una extraña razón, me sentía liviano, no me pesaban mis casi 90 kilos que tanto me recriminaba el doctor cuando había ido a consulta por mis achaques de presión. De repente recordé que no venía sólo. Un sonido diferente al que produce la noche me trajo a la “realidad” si es que un día me alejé de ella. Era el último disco compacto que veníamos escuchando y que lacónicamente tarareaba una canción. Quise apagar el sonido y fue cuando me di cuenta que el carro estaba apenas enganchado entre unas ramas dobladas que habían detenido la caída. Y entre cristales rotos, me podía ver a mi mismo inerte y sonriente a pesar de la llovizna, con la mueca estúpida que producen más de 15 cervezas en el cuerpo. Me fui alejando sin saber que rumbo tomar (¿a dónde se puede ir así, vacío de deseos?), mientras a lo lejos, la radio que seguía tocando, soltaba sus últimas plegarias que se me quedaron grabadas para siempre: Piensa en mi cuando sufras, Cuando llores, también piensa en mi, Cuando quieras quitarme la vida No la quiero, para nada Para nada me sirve sin ti
5 Comments:
¡Puf! Se pasó Leprosario. Ha relatado usted mi sueño dorado. Sólo que en el mío no hay ramas que detengan la caida, ni regresos al sin sentido de la vida. Pero en su cuento, el amargo final no le pide nada al happy end que busco en mi sueño. Chido joven.
Shido, gracias por estar por ahí. Es algo obsesivo que siempre llevo y nunca cuento. La carretera me provoca cierta obsesión difícil de entender. Me encanta caminar y ver las cosas a cámara lenta.
Luego viene el vértigo del viaje que cuando es doble, se vuelve doblemente emocionante. Y ese sin sentido, para mi es el sentido supremo. La ausencia absoluta de ganas de algo, debe ser sin duda, la paz anhelada.
no cree?
PD. No es "haber", sino "a ver"
Creo que me cae el veinte.
Acaso una crónica de muerte? Muy chingón el relato, mi estimado. Échele, échele!
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Ai tamos Maese Rencoria!!, ánimo ud. también.
Publicar un comentario
<< Home