MIEDO
Cada que veía a la gente en bola sentía nauseas y ganas de vomitar. No sólo era desagrado, en realidad me invadía una especie de inseguridad. Sabía que los seres humanos juntos no piensan igual, que se emponzoñan más, eso lo había aprendido en los libros. Siempre admiré a una chava que como para hacer la cosa más emocionante, gustaba de ir a la Iglesia de falda corta y blusas escotadas. Luego, no conforme con el rechazo sobre todo de las de su mismo sexo, le dio por pintarse el pelo en un rojo fosforescente y tatuarse partes del cuerpo. Eran tatuajes temporales, pero nadie lo sabía, la serpiente enroscada en su brazo era mucho más que una figura, era el mismísimo demonio. La chica lo hacía por divertirse y “cucar” a la gente, y sí que lo conseguía. En voz baja las señoras decían a sus hijas pequeñas que cuando una mujer andaba así, era porque ya no se tenía ni el más mínimo respeto, por eso no era digna de entrar a la casa de Dios. Con el tiempo, prácticamente se quedó sin amigas. Yo por mi parte, siempre traté de ser lo más parecido posible a los demás. Mimetizarme, confundirme, perderme entre ellos. Me miraba al espejo y trataba de que nada de mi llamara la atención, no ser singular, ser uno más. Pero ese día, luego de la calma y quietud de una mañana soleada, que gustaba esperar gozoso en mi soledad, sentí de golpe el apiñamiento de gente a la entrada de la Iglesia. ¿Por qué tenían que estar en la salida de mi casa?, o más precisamente ¿por qué estaba yo viviendo casi a la entrada de la Iglesia? Sentía sus miradas burlonas, sus risitas a mi espalda, les desagradaba mi modo de ser, de vestirme, de decir las cosas. Hasta hubo quien me espetara por mi forma de hablar siempre vacilante. Para darme valor, recordé lo que había leído sobre lo irracional de las creencias y traté de sentir lástima por la gente que había acudido a misa. Mi abuela me regañó. -Soy nihilista, dije tímidamente. Ella creyó que le estaba tomando el pelo, pero ese día supe que lo que siempre me había movido e inmovilizado en la vida era el miedo y nada más.
4 Comments:
Eso nos pasa a la mayoría, tener miedo a decir o hacer lo que creemos, el miedo a ser rechazados por la sociedad que esta tan señalizada en una forma de ser y de actuar, que cuando ven algo distinto se asombran y alejan inmediatamente, todavía no aprendemos a respetarnos unos a otros, ese es nuestro mayor problema. Me encantan tus relatos, tal vez porque a mi lo de la redacción no se me da ni poquito ese es mi coco, así que mejor me dedico a lo mío que son las matemticas, la química, la biología y la física que eso si se me dio bien jejejejejejeje, y sigo disfrutando de tus relatos gracias y saludos.
atte.
ERGM
¡Ah! qué mi Leprosario tan miedoso. Pos ¿pa'qué se expone?
A la raza nunca se le da gusto, je. Y asté, siempre tan diplomático, luego da qué pensar. Mejor deschónguese, ¿no?
Un saludito
P.D. ¿Chelas?
Querida ERGM
Tú eres buena en lo que te propones, y se que vas a hacer muchas cosas en poco tiempo. Para mi escribir es algo difícil, pero le hacemos la lucha y hay andamos. Gracias porque te gusten mis relatos, y gracias por entrar a este pinchurriento Blog.
Saludos!!
Estimada Zihuatl:
Pos pa´que le digo que no si si. La neta muchas cosas que digo no son ficción. En el fondo siempre he comprendido la ansiedad que embargaba a Edgar Allan Poe, de ahí su sufrimiento cotidiano. Pero igual y le hago caso a Ud. y me deschongo, hay luego contaré los platos rotos. Al fin que, ¿quién me quita lo bailado?
P.D. Si de chelas se trata, hasta un cartón!!
Publicar un comentario
<< Home