Cuando yo me muera
Como quiero que sea mi funeral cuando me toque irme. Me gustaría que nadie llorara. Que por el contrario, ese día algún chaval se divirtiera haciendo sonar las campanas de mi pueblo. Que fuera una tarde tranquila y soleada, con niños jugando en la calle y parvadas de tordos volando en el azul del cielo. Agradecería que alguien prendiera un estéro a todo volumen con música de Silvio, de Javier Solis, de la Maldita Vecindad y unos cuantos corridos norteños. Que me toquen la rola de «Nomás un Puño de Tierra», filosofía pura lo que sea de cada quien. Que me velen en campo abierto, lejos de la ciudad, al pie de algún gran árbol, y de noche hagan una enorme fogata, para ver las caras de todos los que asistan. Quisiera que esa tarde y noche en que me fuera, hubiera vino, cerveza y comida para todos mis amigos. Que brinden por mi y recuerden lo mucho que me gustaba divertirme y matar el tiempo con ellos. En especial, agradecerles a mi padre y a mi madre por el tiempo que me soportaron y me dieron todo lo que pudieron. Me la pasé chido con ustedes viejos!!. No estaría mal que alguien me leyera algún fragmento de la novela de Pedro Páramo para disfrutarlo por última vez. Ver reunida a la gran familia (toda la gente que llevo en mi alma) y desde donde esté, abrazarlos fuerte y decirles a cada uno (aunque me tarde) lo importantes y singulares que fueron para mí. Quisiera también, que mis cenizas se esparcieran al viento una tarde en que éste soplara desde la montaña que era mi consejera, y a la que visitaba secretamente cuando ocupaba paz interior. Quisiera que nadie fuese solemne, que todos aguantaran la noche tomando y platicando para no sentirme tan solo en el más allá, y ya en la mañana se despidieran cuando el sol estuviera por salir. Mientras yo también le llego a donde me estén esperando.